martes, 15 de mayo de 2018

Retropost (15 de mayo de 2008): Bardadrac


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Bardadrac (2006) es una especie de autobiografía o blog o cajón de sastre escrito por Gérard Genette, que no tiene otra autobiografía conocida, ni blog, ni quizá otro cajón de sastre. Consta de recuerdos, escenas, asociaciones, evocaciones de sitios favoritos, ideas que le rondan, notas sobre viajes y estancias, personas de su vida, aficiones, curiosidades, chistes, observaciones irónicas sobre la gente, definiciones paradójicas, a la manera del Diccionario de Ideas Recibidas o del Diccionario del Diablo... todo ordenado alfabéticamente a modo de diccionario, o quizá más bien desordenado alfabéticamente, pues la palabra que titula cada entrada y la ubica en el conjunto tiene a veces una relación indirecta con su contenido: "de ses entrées, on pourrait dire, comme l'auteur des Coches: 'Les noms de mes chapitres n'en embrassent pas toujours la matière; souvent ils la dénotent seulement par quelque marque'. Reste parfois, si l'on y tient, à deviner laquelle, et selon quelle figure". Bajo el signo de Montaigne (primer bloguero), pues, se coloca este bric-à-brac mental, una de esas obras light en las que los autores se relajan y se dan rienda suelta.

Resulta de esta estructura alfabética un curioso efecto de autobiografía simultánea, vida vivida en muchos tiempos a la vez, no lineal sino complejamente anacrónica: lo cual es en muchos sentidos más fiel a la verdad que otras estructuras más lineales. Los episodios se suceden sin orden cronológico, es verdad, pero es que en nuestra vida sólo se suceden en orden cronológico la primera vez. Luego, todas las veces que volvemos a un episodio, un recuerdo, un verano, una escena—(¿y para qué valen aquéllos a los que no volvemos nunca?)—todas las demás veces, digo, el orden es imprevisible y caótico. Cuántas veces habré estado yo este año, mentalmente, en la granja de los abuelos en Francia... Otro efecto de experiencia auténtica revivida se produce con la inclusión de ideas fijas, curiosidades, y aficiones. Nuestra vida está repleta de estas cosas, que en una autobiografía normal quedarían también por los márgenes, si la autobiografía se preciaba, o desaparecerían para dejar sólo un trayecto de crecimiento, trabajo, familia y amistades—sin las ideas, paisajes y observaciones que nos rondan la cabeza, y de las que está tan hecho el día a día y el momento a momento. Así empieza la entrada correspondiente a Bardadrac:


Bardadrac. Par ce vocable de sa façon, Jacqueline désignait un sac aussi vaste qu'informe, qu'elle traînait partout, au-dedans comme au-dehors, et qui contenait trop de choses pour qu'elle pût jamais y en trouver une seule. Mais la certitude trompeuse qu'elle y était la rassurait, et le mot s'appliquait par métonymie à son improbable contenu, par métaphore a toute espèce de désordre, et par extension à l'univers entier, environs compris. Il faisait tache d'huile, en extension, en compréhension, en usage et en mention. Il devait rester dans l'idiome de la famille, et même un peu du village. Je souhaite qu'il s'étende au-delà.

Pues aquí contribuiremos diciendo que la vida, y las obras que a ella se amoldan, como los blogs, son también un bardadraque de éstos. Los acarreamos a cuestas y sus contenidos reaparecen y vuelven a salir a la luz en orden impredecible.
bardadrac

Hay en este libro también, como se ve, mucha semántica, mucha reflexión estética y mucha calderilla semiótica, curiosidades y excepciones que no han cabido en los libros de teoría crítica de Genette; a veces en un tono desenfadado, escéptico o menos serio, ironiza sobre la profesión profesoral y la disciplinada disciplina, sobre sí mismo, o sobre sus críticos, sus maestros y sus "admiradores". Me gusta esta anécdota sobre Roland Barthes:


en estos mismos años setenta, al acabar una larga defensa de tesis, antes de levantarse y salir de la sala, rasga una hoja de papel y, a falta de papelera, deja los trozos en la mesa del tribunal. Como yo aún no había salido, me pregunta una estudiante si puede recoger el precioso manuscrito. Le contesto que desde luego yo no tengo ninguna autorización ni para dar ni para negar nada, pero que puede en todo caso hacer como si yo no estuviera allí. Recompone ella la hoja rasgada, y constatamos juntos que —grado cero absoluto— está virgen de toda inscripción. La estudiante fetichista se lleva sin embargo esos fragmentos, que quizá un día aparezcan en alguna exposición realmente exhaustiva. Poco después le pregunto a RB la clave de este misterio. "Muy fácil", me contesta: "no quería que viesen que no había encontrado nada digno de anotar en toda la sesión. Pero sin duda mejor habría hecho llevándome esa página en blanco."
Vamos, que la ausencia de huella sigue siendo una huella. (433).

También se compara el bardadrac a los platos culinarios misceláneos, tipo zarzuela de pescado u olla podrida, donde todo cabe. Invita Genette asimismo a desarrollarlo mediante la lectura, pues al texto acumulativo del autor se suman las propias asociaciones del lector. Que tiene que traer algo de su parte si quiere sacar algo en limpio también—al menos empatía.  A mí no me es difícil empatizar con el libro éste: Genette siempre me ha parecido ameno aun escribiendo teoría literaria (fue toda una revelación intelectual encontrarse con sus libros en los ochenta) y ahora muchas veces me he reído a carcajadas si es que con el humor socarrón se puede reír uno a carcajadas, y se puede.

También es un libro nostálgico, sin embargo, que nos lleva constantemente a sus recuerdos de infancia, esos que se vuelven más insistentes con los años, a las casas que hemos perdido de vista, a los baños en el río con los amigos, y a los coches que teníamos el siglo pasado. Y los avatares de la profesión, las visitas internacionales, los éxitos críticos, aun en un personaje tan destacado como Genette, quedan como una curiosa ilusión, esfuerzos y ajetreos casi insustanciales, dreams, empty dreams, que han pasado en un suspiro, vistos desde la atalaya desengañada de la jubilación. La luz del verano brilla más en los recuerdos cuanto más atrás nos remontamos.

Escríbanse unas memorias parciales; divídanse en secciones; únase esto a un batiburrillo de notas, divagaciones y observaciones, mézclese con los intertextos de hace años que nos rondan por la cabeza. Extráiganse palabras clave (clave secreta, clave obvia, o no clave, para despistar) al azar, procurando que las haya abundantes, comenzando por todas las letras del alfabeto. Ordénese (desordénese) alfabéticamente... y bardadrac personal al canto. Y se verá que en la vida llevamos a cuestas un equipaje de recuerdos adquiridos al azar, por las circunstancias, por los avatares de la vida y de la gente que nos ha tocado al lado. Y que vuelven y vuelven a reaparecer, con una lógica a la vez arbitraria e inflexible, porque no nos hemos librado de todo eso, que es lo que nos iba haciendo y no lo sabíamos, y nos enteramos ahora que (habiendo llegado al final) sabemos por fin quiénes íbamos a ser, y quiénes hemos sido.







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