jueves, 12 de octubre de 2017

Retropost #1822 (12 de octubre de 2007): Zozobras completas

Zozobras completas

Publicado en Blogs. com. José Ángel García Landa




Me acabo de encargar  Bardadrac,  de Gérard Genette, un cajón de sastre de ideas y anécdotas, que es más o menos eso lo que significa el título. Y me acabo de leer lo que considero casi como el blog de Carmen Martín Gaite, Tirando del hilo (artículos 1949-2000) (Siruela, 2006)—reseñas de lo que iba leyendo, "a vuelapluma" que se decía, hoy supongo que a vuelateclado.

Me gustan las obras acabadas y diseñadas, preconcebidas y planificadas (con un argumento complejo, por ejemplo) pero también me gustan, y casi más, estas cosas hechas sin grandes pretensiones, improvisadamente, donde salen quizá más insistentemente y vuelven y vuelven las obsesiones de cada cual, las cosas a las que tiende de manera espontánea. A veces, claro,no se han hecho para publicarse—diarios, cuadernos de notas...  o se han hecho para usar y tirar, en lugar de encuadernar juntas, como las reseñas de periódico. Es cierto que muchos diarios personales, la mayoría de los literarios, supongo, son como los blogs, que nacieron ya publicados avant la lettre. Algo de espontaneidad, improvisación y contingencia les quedará o se les pegará, sin embargo; y conversamente a los géneros efímeros algo de durabilidad, por el hecho mismo de que lo escrito permanece.

Muchos escritores tienen así su blog o sus papeluchos prescindibles que hemos guardado: el libro de notas de Coleridge que comenta John Livingston Lowes en The Road to Xanadu, el Libro de almohada de Sei Shonagon, los Ensayos de Montaigne...  Hace poco hablábamos aquí por cierto del ensayo como modelo de esa forma precaria, abierta y un poco "a lo gitano" como dice Martín Gaite—para quien hay dos tipos de ensayos, a lo payo y a lo gitano:


"Los primeros, aun cuando nos enseñan cosas, nos las proponen como resultados; cada enseñanza viene empaquetada con su letrero, no invitan a meter baza, con su mera armazón. Los otros, en cambio, son su devenir nos arrastran con ellos al viaje que van haciendo, nos sorprenden y provovan. Pues bueno, La infancia recuperada es un excelente ejemplo de ensayo a lo gitano. Y también un libro de memorias. Y un cuento. Y un acertijo. Y un libro de viajes. Todo esto y nada de esto." (91).

(—a Savater, por cierto, o a su partido, espero votarlos en las próximas elecciones, aparte de que merezca estas loas como ensayista). Otro tipo menos exuberante y más precario de ensayo inestable lo comenta Martín Gaite en "La impotencia como pesquisa. Notas a El testamento de Rilke"—un comentario sobre las formas fragmentarias, divagantes o tentativas que salen en respuesta a una crisis, la de la inabarcabilidad del trabajo o la vida,

"cuando la intensidad de la vida es al mismo tiempo marca que ofusca el trabjao y acicate que multiplica las ansias de acometerlo. El desafío de lo inabarcable agudiza la tensión cuanto más revela el obstáculo; y así el conflicto viene a desembocar en la exasperación por encontrar una fórmula que lo refleje.
    Tal es el origen de estos cuadernos (que unas veces se destruyen y otras no) donde el escritor, incapaz de otra cosa, al dejar testimonio de esa incapacidad la hace argumento subsidiario de su labor. Borradores marginales que oscilan entre el orden y el caos, entre el no ser y el pretender ser, textos de balbuceo, de zozobra. (...)
    Texto contradictorio y truncado este de Rilke, puro fermento de su elaboración, alterna la incoherencia con la lucidez.
    Sin meterme ahora en la discusión sobre si esta 'literatura de zozobra' tiene o no la suficiente entidad para ser editada como libro, lo que sí digo es que hay que enfrentarse con ella con un criterio de lectura distinto del habitual y no exigirle arraigo, conclusiones ni mucho menos consuelo. Creo que son textos absolutamente minoritarios. Y que sólo conseguirán clavar su aguijón en quienes hayan avanzado a duras penas por yermos de incertidumbre similares, donde no cabe otro recurso que el asirse a la impotencia—precaria tabla de salvación—y convertirla en material de pesquisa." (101-2).

Y por el valor, la liminalidad y carácter exploratorio de las pesquisas, estas zozobras impublicables pasan a ser con frecuencia el volumen Z de las Sobras Completas...

Otra perspectiva sobre la textualización de las zozobras cotidianas presenta Martín Gaite en "Cosa por cosa", donde compara la labor de tejer un texto a la de desenmarañar lo que se ha acumulado, y e ir dando puntadas pacientemente, ordenando el caos de la memoria y los afectos—esta vez con cuidado y con un diseño en mente, aunque el hecho mismo de tirar del hilo y hacer un texto (aunque sea uno de estos textos para nada que decimos) ya es poner un orden por el hecho de desenredar una maraña mental:

"Coser es ir una puntada detrás de otra, sean vainicas o recuerdos, y la solidez del tejido (no en vano "texto" y "tejido" tienen la misma raíz) depende de que no hayamos dejado simplemente 'prendido con alfileres' lo que vamos colocando y archivando dentro de ese desván donde tiende a almacenarse sin orden ni concierto lo visto, lo imaginado y lo aprendido. De la misma manera que se enmarañan los hilos en una cesta de costura donde todo yace tirado y revuelto a la buena de Dios, y luego nos desesperamos cuando vamos a buscar algo.
    Precisamente, a medida que avanzamos en edad y, como diría Cervantes, 'las ansias crecen y las esperanzas menguan', es menor también el estímulo para luchar contra ese enmarañamiento en que yacen las cosas y para tirar (procurando que no se rompan ni se confundan) de los distintos hilos de la labor, cada uno de los cuales remite a su propio ovillo. Aislar los asuntos que estaban antes de los que estaban después supone, en definitiva, recuperar el hilo de la memoria. Y el del discurso que la investiga. Aquel hilo que nos mantiene en vida, porque cose nuestros orígenes con nuestra identidad fluyente y variable, estimulando en nosotros la querencia a superar el carácter efímero del lote de tiempo que nos ha tocado vivir. Día por día. Cosa por cosa." (482).

Si bien enfatizaría yo que no sólo es desenredar, ordenar y aislar lo que se hace al escribir, sino sobre todo combinar ordenadamente, crear dibujos y patrones, asociar, organizar. Organizar más, o menos... he ahí la cuestión: las obras de alto diseño (que añaden unas cosas y quitan otras) o las más happenstance, más respetuosas con el azar en que han caído las cosas, o las combinaciones extrañas que nos sugiere la intuición. Las combinaciones y los patrones posibles son muchos. (Algunos llevan a la palabrería, o worse, worse, worse... hay que admitirlo).

Termino con otra perspectiva más: una visión nihilista del narrador de las Memorias del subsuelo, de Dostoievski, "uno de los monólogos más sugerentes, densos y complejos de la literatura 'antiheroica' moderna, a la cual, sin embargo, abrió camino" (Martín Gaite 201)—en una reseña titulada "Debatirse en la madriguera: Memorias del subsuelo, de Dostoievski".

Es curioso, hace poco leía una reseña de un reciente libro sobre blogs de Michael Keren, Blogosphere: The New Political Arena, en el que Keren compara el espíritu que preside la actividad del bloguero (no de este bloguero en concreto, sino de la blogosfera en tanto que estructura comunicativa) a la melancolía de las Memorias del subsuelo de Dostoievski: un rechazo del mundo externo, una inhibición e indiferencia que lleva paradójicamente a sentimientos de culpa y delirios de castigo...

—Como Jill Walker, no estoy nada seguro de que las observaciones de Keren sean acertadas como un diagnóstico de la blogosfera en su conjunto, . Pero si Keren espera picar así a la blogosfera, debe ser que algún ajo le ha visto comer... El blog es ante todo un tipo de herramienta, pero eso le lleva a constituir una familia de géneros que conectan todos con el diario de experiencia personal, y es al blog-diario personal al que son más aplicables los diagnósticos de Keren y otros críticos escépticos de la blogosfera.

Termino pues con un comentario de Martín Gaite sobre el hombre del subterráneo, extendible para quien así lo desee a ciertas sensibilidades blogosféricas, y no miro a nadie por supuesto:

"Y nos enteramos de que el hombre subterráneo se siente rechazado por la sociedad, por los 'otros', nos muestra sin pudor alguno la mezcla de desprecio y envidia que siente por esos seres que le humillan, nos describe con voluptuosidad esas situaciones degradantes en las que se ha comportado de una determinada manera, justo en el instante mismo en el que con toda claridad comprendía que debía actuar contrariamente a como lo hizo. Lo más significativo de este personaje dostoievskiano es que sus contradicciones no son espontáneas, sino que se rigen por la ley del deseo envenenado, del deseo subterráneo. Quiere ser apreciado y no lo consigue, quiere ser excepcional y resbala en el anonimato, quiere odiar, atacar, agredir, y no encuentra al enemigo: está solo. Su historia es la triste historia del individualismo contemporáneo, en sus esfuerzos baldíos y continuamente renovados por justificar una voluntad de autonomía para la que se necesita el espejo de un prójimo que no aparece o es totalmente indiferente a esos grotescos conatos de excepcionalidad. Nada puede humillar más el orgullo del hombre subterráneo que su necesidad de acudir a otro, ya que se jacta con compulsiva fanfarronería de su superioridad. Por eso sus llamadas al otro son insultos, pugna por llamar servilmente la atención del otro, para hacerle patente la inefable calidad de su desprecio, para demostrarle que puede pasarse sin él. Pero no puede: su voluntad de autosuficiencia se le envenena y sólo engendra abyección y esclavitud. Y no halla otra salida que la de aceptar con jactancia su callejón sin salida, 'esa pútrida fermentación de deseos reprimidos, esa fiebre de vacilación', y abrazar voluptuosamente un yo tan rechazado por los demás como, en el fondo, odiado por él mismo. Ése es su revolcadero.
    Con el hombre del subterráneo se implanta en la literatura moderna ese animal de madriguera, afrentado por la sociedad industrial, para quien el mundo se vuelve cada día más angosto" (202-3).

Dostoievski, claro, a juicio de Martín Gaite, no es el hombre subterráneo, sino que lo muestra o imita; otros lo son; y otros, las dos cosas.





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